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Al igual que los humanos nos reunimos alrededor de las hogueras, la luz nocturna atrae a una multitud de insectos que revolotean a su alrededor, con movimientos frenéticos, como atraídos por una fuerza poderosa de la que no pueden escapar. Y a su vez, este espectáculo hipnótico nos atrae sin respuesta a la pregunta ¿cómo es posible que una simple luz convierta a navegantes rápidos y precisos en cautivos indefensos y torpes revoloteadores?
La hipótesis más concluyente a la que han llegado muchos expertos es que los insectos nocturnos en general como polillas, luciérnagas, abejas o mariposas, son atraídos por la luz de las bombillas porque confunden este brillo con el de la Luna. Este método de orientación también se llama orientación transversal, pero la llegada de las bombillas perturbó por completo a estos insectos. Agotamiento en una danza frenética mortal alrededor de una bombilla de 12 vatios. Además, una vez que uno se acuesta, la radiación infrarroja de las bombillas sigue activa y continuará atrayendo la atención de los insectos.
Algunos expertos explican que la luz es, para los insectos, sinónimo de que el camino está despejado y claro, lo que explicaría su terquedad para precipitarse a toda velocidad en nuestras bombillas. No vuelan para estrellarse contra la fuente de luz, sino en movimiento circulares alrededor de ella
En varios estudios se observó que, una gran cantidad de insectos situaba sistemáticamente sus espaldas hacia las luces. Se trata de un comportamiento conocido como respuesta dorsal a la luz. En la naturaleza, suponiendo que la luz baja más del cielo que sube del suelo, esta respuesta ayuda a mantener a los insectos en la orientación adecuada para volar.
Y su pequeño tamaño, también importa. Los animales más grandes pueden sentir la gravedad gracias a que poseen órganos sensoriales que perciben su aceleración, o cualquier aceleración. Pero los insectos sólo tienen pequeñas estructuras sensoriales. Y, sobre todo cuando realizan rápidas maniobras de vuelo, la aceleración sólo les ofrece una pobre indicación de hacia dónde se dirigen. En su lugar, parecen apostar por la luminosidad del cielo.
Los insectos no son los únicos afectados por la luz nocturna. La contaminación lumínica altera los ritmos circadianos y los procesos fisiológicos de otros animales, plantas y humanos, a menudo con graves consecuencias para la salud. Pero los insectos atrapados alrededor de una luz parecen llevarse la peor parte. Incapaces de conseguir comida, fácilmente localizables por los depredadores y propensos al agotamiento, muchos mueren antes de que llegue la mañana.
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